Después de tanto tiempo me lo encontré sentado al pie de una escalinata, lo salude algo descolocado, por que siempre reaccionaremos obtusamente, y repetiremos el rosario de preguntas buscando una dirección aturdidamente a nuestras palabras. Ahí estábamos mirándonos en ese irritante silencio. Yo solo veía escombros en su mirada, y su gran cuerpo solamente era una gran herida expuesta a la intemperie.
Cuando me dirigió la palabra note que aun conservaba su viejo vigor en su voz. Después de hacer un rodeo por las preguntas que yo le iba haciendo me contó que venia del sepelio de su papá. No quise preguntarle por la muerte de su progenitor y menos de cómo se sentía. Siempre he pensado que preguntar sobre eso es como meter los dedos en la yaga del otro para que recuerde y se le clave el dolor mucho mas adentro. A pesar de todo el insistió en el tema, yo solo me dedique a escuchar. Me contó cosas de su padre, fragmentos al azar, recuerdos variados, sin tiempo y sin conexión unos con otro.
Sin darme cuenta la conversación tomo un tono grave, expresaba tención su voz y el candor lo había dejado. Me dijo que su padre le había amputado un órgano en su niñez, que por eso nunca iba a tener paz, me contaba que hubiera gritado dentro de la cabeza de su padre para que el dolor quedara como un eco adosado en su mente, me decía que el mal del padre es el mal del hijo y que eso lo carcomía por dentro, que ahora todas las deudas que su padre había contraído con la vida el las tendría que saldar, putio al cielo y maldijo la tierra, apretaba las manos expresando su malestar. Yo no supe que decir, quede con las palabras agarrotadas. Cuando nos despedimos y cada cual volvió a lo suyo pensé que no se si sentía un gran dolor por la muerte de su padre, pero intuyo que lo que lo perturbaba en demasía era lo que se le venia encima, lo cual era saldar la deuda heredada, la cual solo se paga con dolor y lagrimas.
Cuando me dirigió la palabra note que aun conservaba su viejo vigor en su voz. Después de hacer un rodeo por las preguntas que yo le iba haciendo me contó que venia del sepelio de su papá. No quise preguntarle por la muerte de su progenitor y menos de cómo se sentía. Siempre he pensado que preguntar sobre eso es como meter los dedos en la yaga del otro para que recuerde y se le clave el dolor mucho mas adentro. A pesar de todo el insistió en el tema, yo solo me dedique a escuchar. Me contó cosas de su padre, fragmentos al azar, recuerdos variados, sin tiempo y sin conexión unos con otro.
Sin darme cuenta la conversación tomo un tono grave, expresaba tención su voz y el candor lo había dejado. Me dijo que su padre le había amputado un órgano en su niñez, que por eso nunca iba a tener paz, me contaba que hubiera gritado dentro de la cabeza de su padre para que el dolor quedara como un eco adosado en su mente, me decía que el mal del padre es el mal del hijo y que eso lo carcomía por dentro, que ahora todas las deudas que su padre había contraído con la vida el las tendría que saldar, putio al cielo y maldijo la tierra, apretaba las manos expresando su malestar. Yo no supe que decir, quede con las palabras agarrotadas. Cuando nos despedimos y cada cual volvió a lo suyo pensé que no se si sentía un gran dolor por la muerte de su padre, pero intuyo que lo que lo perturbaba en demasía era lo que se le venia encima, lo cual era saldar la deuda heredada, la cual solo se paga con dolor y lagrimas.
1 comment:
uhm...
sabes...
la vida es eso que pasa cuando estamos ocupados...
es ese isntante.. de confusiones en donde pasado y presente confluyen en una lagrima... o en el mejor de los casos... en una carcajada...
un beso...
krol
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