12 September 2006

Estoy en mi habitación, sentado en el escritorio que cada noche me ve llegar a el, con un tazón lleno de café, y con un paquete de cigarrillos.
En el suelo hay una alfombra de papeles que ido sembrando diariamente. En una esquina tengo cuatro columnas de libros que no superan los cincuenta centímetros de altura.
En el escritorio hay un libro a medio leer de Roberto Kusch "La Seducción de la Barbarie".
Miro por la ventana de mi habitación, la noche deslavada que hay. Las pocos estrellas que diviso titilan en agonía, con un brillo gastado, creo que yo también las acompaño en su cansancio.
Me miro las manos un momento y me levanto, apresurado por no se que, cojo mi chaqueta y mi discman y me lanzo tránsfuga a la calle.
En la esquina como siempre esta lo más pulcro del barrio, sigo adelante, cruzo a la otra esquina donde se encuentra el metro, al cual al introducirme en el lo cruzo transversalmente, con lo cual me ahorro bastantes pisadas innecesarias. Me dirijo a un pool en el cual por un par de billetes puedes conseguir todo lo que quieres. Entro en el recinto en el cual hay ocho mesas de pool, de las cuales se están ocupando tres de ellas, la mesa que yo busco, es la que se encuentra en toda una esquina. Busco a un sujeto de mediana estatura, moreno al cual le dicen Turri, no se por que le dicen así, pero la verdad el hombre es realmente feo, tiene un rostro ovalado y del labio superior le cuelga un bigote que tapa su precaria dentadura, tiene las coyunturas de las manos reventadas por el frió, lo cual a sus manos le da un efecto de gran tamaño. Sus antebrazos están todos mutilados, producto de cortes reiterados efectuados en la peni, eso lo hacen los presos con el fin de darle jugo a los gendarmes.
Me acerco hasta donde esta el Turri, el cual ya me tiene cachado, lo saludo y le pregunto como va todo. Después de avernos saludado y haber intercambiado algunas frases, le digo que ando buscando novocaína de veterinarios en ampollas a ver si lo tiene o hay que mandarlo a buscar.
Él me contesta que tiene que mandar a buscar lo que yo quiero, con lo cual tengo que esperar o volver más rato.
Decidí esperar y jugar una mesa para probar como estaba mi suerte esa noche, además ase tiempo que no jugaba.
Pasaron cuarenta y cinco minutos y nada, lo que buscaba no llegaba, abra pasado otra media hora y uno de los esbirros del Turri llegaba con el encargo que había realizado.
Termine de jugar la mesa la cual perdí, después de eso le pase los billetes al hombre y cogí la ampolla que brillaba con la luz que le llegaba.
Me dirigi al baño del local, abrí la puerta y me encontré con un bulto tirado en medio del piso el cual estaba infestado por orines, al entrar el bulto empezó a musitar palabras incomprensibles, el sujeto se trataba de poner de pie pero estaba demasiado ido para que los miembros le respondieran. La luz de neon a intervalos empezaba a titilar, lo cual hacia del baño un lugar especial para entrar en transe.
Saque una cuchara del bolsillo, pero antes de eso hice funcionar mi discman, subí el volumen al máximo para escuchar sin tener que ponerme los audífonos, Here Come the Bastards de Primus sonaba como fondo, rompí la ampolla y el contenido de ella lo voltee en la cuchara, tome el encendedor del bolsillo derecho de mi pantalón y coloque la llama en el poto de la cuchara, tenia que hacer todo esto para que el liquido se cristalizara.
Todo esto me habrá tomado alrededor de diez minutos, después de tener todo listo molí la piedra cristalizada haciendo un polvo con ella e inhalando todo de una sola ves. Después de ingerido el producto me voltee hacia donde estaba el residente anónimo del baño, no se cuanto tiempo habré estado parado mirándolo, pero en un arrebato de lucidez tome la billetera del sujeto para ver si contenía algo valioso, tenia un par de billetes, de los cuales me quede con uno de ellos. Le deje la billetero en un bolsillo de su ropa, salí como pude del local chocando con todas las mesas y con la puerta, cuando estube afuera cogí un cigarrillo y mientras lo consumía sentía como todo se deformaba en mi mente.........................................
A. NAIN.

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