Breviario de normalidad
Siete y cuarenta y dos fue la hora de llegada. La cita de las ocho tenía reservado un momento más de espera. El guardia me dió una ficha por la mochila y me invitó a tomar asiento en la sala contigua que a esa hora todavía era aseada por una señora negra y chica. Desde que está en mi poder no dejo de escuchar música. Música, dolor de espalda, dorsal; dorsal, dolor de espalda, música. Distensión de la musculatura. A las ocho en punto, gentilmente, el mismo guardia que me recibió, me proporcionó las debidas instrucciones para dirigirme al lugar del edificio donde se me realizarían los exámenes. Cuarto piso, mano izquierda. Antes de llegar al fondo del pasillo escucho al guardia que me grita; al voltearme, lo veo indicándome con su índice izquierdo una zona de la muralla. Tuve que acercarme unos metros para darme cuenta que se trataba del ascensor. Era obvio que se trataba del ascensor. Entonces di las gracias, y lo cogí solo. Aproveché de mirarme en los espejos de frente y de medio lado.
Siete y cuarenta y dos fue la hora de llegada. La cita de las ocho tenía reservado un momento más de espera. El guardia me dió una ficha por la mochila y me invitó a tomar asiento en la sala contigua que a esa hora todavía era aseada por una señora negra y chica. Desde que está en mi poder no dejo de escuchar música. Música, dolor de espalda, dorsal; dorsal, dolor de espalda, música. Distensión de la musculatura. A las ocho en punto, gentilmente, el mismo guardia que me recibió, me proporcionó las debidas instrucciones para dirigirme al lugar del edificio donde se me realizarían los exámenes. Cuarto piso, mano izquierda. Antes de llegar al fondo del pasillo escucho al guardia que me grita; al voltearme, lo veo indicándome con su índice izquierdo una zona de la muralla. Tuve que acercarme unos metros para darme cuenta que se trataba del ascensor. Era obvio que se trataba del ascensor. Entonces di las gracias, y lo cogí solo. Aproveché de mirarme en los espejos de frente y de medio lado.
¿Por qué a los ascensores hoy los forran con espejos? Ha de ser por el síndrome de claustrofobia que padecen muchas personas. De hecho, yo, personalmente, me declaro un tanto claustrofóbico. Aunque de todas formas suele ser mucho más recurrente en mí la idea de utilizar los espejos para confirmar mi atractivo, o pensar en la posibilidad de verme involucrado en un buen #polvo# de esos que ocurren en la películas o las series, se insinúan en los comerciales y se conversan en los programas de televisión pasado las diez.
Salí y me dirigí hacia la izquierda del pasillo. Ya se encontraban varias personas esperando. Al menos esta sala tiene televisión –pensé-. Que murió el “caza cocodrilos”, que el “pollo fuentes”, que la “pampita”. ¿Cómo le irán a decir a uno? En realidad a mí ya me han puesto de varias maneras. Suelo enorgullecerme de sólo una. Se trata de la que recibí cuando apenas rozaba los diez años de edad. Mis vecinos me llamaban el “matón de la cuadra”. Era buenísimo para los “cornetes”-decían los "cabros"-. Definitivamente era un gangster, una mezcla entre “Tony Montana” y “Michelle Corleone”, aunque con un dejo de arrepentimiento como Don "Rodrigo Mendoza". Es notorio para quién me ve actualmente, que esa potencia no se mantuvo en el tiempo. Hoy me siento dócil como cualquier hombre. Aunque a veces pienso que si decido volverme siquiera un poco irasible como entonces, esta vez sí mato a alguien.
Así es como transcurrió la mañana. Me tomaron la presión, me midieron, me pesaron, y hasta me palparon los testículos. Todo en óptimas condiciones, listo para trabajar.
Jako Oliveira
Así es como transcurrió la mañana. Me tomaron la presión, me midieron, me pesaron, y hasta me palparon los testículos. Todo en óptimas condiciones, listo para trabajar.
Jako Oliveira
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